<Chocobilly/260503>
Desarrollador: Konami – SCEI | Año: 1999 | Plataforma: Playstation
Desde hace ya bastantes años parece ser típico el decir que Sony no hace buenos juegos, que sus producciones in-house no son decalidad. Si bien es cierto que esta compañía, al haber entrado tan tarde en el ruedo de los juegos, no tiene la misma experiencia y tradición que sus competidoras, en los últimos años tanto su filial japonesa como la europea nos vienen deleitando con buenas creaciones, muy a menudo bastante exóticos e innovadores, en contra de toda creencia y pronóstico. El ejemplo más exitoso y conocido es el bellísimo Ico, pero tras él encontramos títulos dignísimos como Devil Dice, Sky Odissey, Parappa The Rapper, Mad Maestro o Porsche Challenge. Y por supuesto, el juego que ahora nos atañe, Kurushi Final.
Se trata de un puzzle que nos coloca en la piel de un informático, Ethan, encargado de las redes de un poderoso banco, en las cuales se ha infiltrado un hacker con la intención de robar y de paso nos ha echado el muerto encima. Nuestra labor es introducirnos en ese mundo virtual, muy al estilo del argumento de Rez de United Game Artists, para demostrar nuestra inocencia. Como os podréis imaginar, en un puzzle la historia no tiene la más mínima importancia, pero en este caso toda la movida de la red informática sirve de excusa para mostrar un estilo gráfico muy conceptual, muy monocromo y extremadamente elegante. Esa es también la línea general del juego, excepcionalmente bien presentado y dirigido a un público claramente adulto tanto por su mecánica tan cerebral como por su elitismo estético.
El concepto del juego es difícil de plasmar sobre el papel. Manejamos a un hombrecillo por encima de un enorme bloque suspendido en el ciberespacio. Cubos de diferentes colores se aproximan rotando sobre sus caras hacia nuestro avatar. Tenemos que “minar” el suelo dejando una marca que luego, una vez la detonemos volviendo a pulsar un botón, hará desaparecer el cubo que se encontrase encima suyo. El objetivo es eliminar cuantos más cubos mejor antes de que se precipiten al vacío, nos aplasten o nos arrastren con ellos en su caída a las profundidades. Y para profundidad la de este sencillo concepto: no sólo encontraremos cubos “vulgares”, sino también dos tipos especiales: los indestructibles y los explosivos, capaces de eliminar a sus adyacentes en una superficie de 3×3. El verdadero reto – ya que eliminar todos los cubos requeridos es un mero juego de niños – reside sin embargo en acabar con cada oleada de bloques virtuales igualando o mejorando el número de pasos requeridos, lo que nos premia con puntuaciones estratosféricas. Conseguir estos bonus llamados “brilliant” y “true genius” son, como dice el nombre, cosa de genios. La experiencia de oír el rodar inexorable de los cubos resonando sus ecos, mientras procuramos no ser aplastado por uno de ellos a la vez que reflexionamos cual ajedrecista el próximo paso a seguir, es simplemente inenarrable. Mientras que muchos otros puzzles o bien son extremadamente lentos o bien se decantan por un estilo de juego rozando lo caótico y lo alocado donde se favorecen los reflejos y la capacidad de control del jugador, en Kurushi Final se ha logrado la simbiosis absoluta entre la mecánica más cerebral, entre el intelectualismo conceptual absoluto, y la presión y el nerviosismo causado por el avance despiadado de los bloques. Es un destilado de perfecto equilibrio.
Lo realmente curioso del juego es sin embargo su sistema de puntuación. En lugar de poner un vulgar número que no dice demasiado, Kurushi evalúa tu actuación diciéndote ni más ni menos que…tu Coeficiente Intelectual. De ahí el nombre del juego en Japón, IQubed. Os podéis imaginar los salvajes piques y las terribles humillaciones que surgen de tan simple idea. Si ya molesta por ejemplo que el bueno de Nargond se haga unos trilloncejos de más en el Gigawing (lo de los trilloncejos podría ser bien cierto tratándose de un juego de Takumi…), poneos en mi lugar cuando la asistenta que hace años pasaba la mopa en mi casa impuso su récord inalcanzable. Por mucho que los perdedores y los humillados se empeñasen en que era un simple numerito calculado por la consola, todos (incluido yo) se picaban que daba gusto verlo para acabar con el nombre de la pobre mujer allá en lo alto de las puntuaciones. Lo más gracioso es que, cuando tras semanas de vicio, desistí en intentar superarla cuando estaba justo dos puntos por detrás de ella, tenía casi casi el mismo coeficiente intelectual que me midieron unos psicólogos cuando iba a la guardería. ¿Casualidad? Preguntádselo a aquel colega mío que no pasaba de un vulgar 89, seguro que tiene su opinión al respecto!
Para finalizar no puedo más que decir que Kurushi Final no sólo es el mejor puzzle que he probado tras esa piedra de toque que ha sido Tetris, sino que me parece incluso uno de los mejores juegos aparecidos para Playstation. Una lástima que fuese poco promocionado y que lo inaccesible de su planteamiento echase para atrás a muchos jugones, ya que tiene una capacidad de adicción terrible. La prueba es que mucha gente que conozco que al comprarse la PSX estuvo, al igual que yo, un periodo de tiempo sin más juego que el disco de demo donde venía Kurushi, una vez que se cansaron de los típicos juegos de coches empezaron a jugar horas y horas a este maravilloso puzzle que en un principio habían ignorado. También mi primera reacción fue meterme con él…y aquí me tenéis. Ahora que gracias a los avances en materia de picaresca los juegos viejos y descatalogados no cuestan más que un par de euros y algunas horas de impaciencia (creo que ya me entendéis), os recomiendo encarecidamente conseguirlo. Es increíble.