<Chocobilly/021102>
Desarrollador: Nazca | Año: 1996 | Plataforma: Arcade
Voy a empezar mi andadura en Sirio-B comentando un título de un género que a priori parece distanciarse de las vacas sagradas que la mayoría de los Sirios idolatramos, los shmups y los arcades de conducción, pero que en su conjunto global y su propósito final, el de la diversión pura y dura, nos lleva de nuevo a las verdaderas raíces, a la fuerza motriz de Sirio-B: el ‘arcade’ (cómo no…) Voy a comentar ni más ni menos que un juego de golf. Algunos de vosotros frunciréis el ceño y os extrañaréis, ya que este relajado deporte se aleja mucho de esos valores y virtudes como velocidad, acción frenética, bestialidad o espectacularidad que hacen del ‘arcade’ nuestro estilo de juego favorito. A vuestra mente vendrán imágenes de sagas como ‘Jack Niklaus Pro Golfer’, el F355 de los juegos de golf, y toda su complejidad abrumadora, esa jugabilidad lenta y somnolienta…y diréis…”Bah…¿para qué voy a perder el tiempo dudando entre dos tipos de palo o juzgando la humedad del césped?”. Sin embargo, una sonrisa habrá iluminado seguramente la cara de otros ‘arcademaniacos’ cuando hayan leído el título del comentario que nos ocupa. Y es que no vamos a hablar de un juego de golf cualquiera; vamos a hablar del mismísimo ‘Neo Turf Masters‘. Olvidaros de pantallas de estadísticas, olvidaros de condiciones metereológicas, olvidaros de caddies insistentes, olvidaros de toda parafernalia golfística…simplemente imaginad tener la eterna monedita de cinco duros en la mano. CLING !!!
Un inmenso derroche de colorido y estética ‘cartoon’ inundaba la pantalla. En la secuencia de introducción gigantescos sprites de golfistas recién sacados de un spot de Ralph Lauren golpeaban la bola obsequiándonos con efectos de scroll parallax y una animación soberbia. Aquello parecía dibujos animados sobre el golf ! Ya esta introducción tan espectacular, tan colorista, tan atípica y rompedora dentro de la seriedad y la mojigatería estética de los simuladores de golf ‘peceros’ nos recordaba que estábamos en un arcade con todo lo que eso conlleva.
Una vez elegido el golfista entre los ocho disponibles nos decidíamos por uno de los cuatro campos. Los hoyos no me parecen un prodigio de la arquitectura golfística, aunque había algunos que rompían moldes y eran la mar de divertidos: cruzando abismos y cascadas con drives interminables, usando a veces un bunker en medio del agua para rebotar la bola y volver a caer en el ‘fairway’, etc. El sistema de control era muy sencillo y fácil de manejar, además de desprovisto casi por completo de chuminadas y efectos inservibles. Bastaba con elegir un palo entre los pocos disponibles y ajustar potencia y ángulo del tiro. La dificultad residía más bien en calcular bien las distancias y la fuerza de la bola, ya que siendo el juego un arcade no nos dejaba perder el tiempo con un análisis concienzudo del hoyo, más bien había que aprendérselo bien en la completa pero breve vista preliminar y actuar en consecuencia. El ‘putting’, que a menudo resulta ser el punto negro de este tipo de juego, era también muy sencillo con esa perspectiva isométrica tan bonita.
Ya sé que el ‘ethos’ de Sirio-B no me deja perder el tiempo con tonterías técnicas, pero Nargond, permíteme por favor mencionar la belleza y espectacularidad del vuelo de la bola sobre el campo: en un scroll suavísimo y celestial veíamos rebotar la pelotita blanca por encima de arbolitos, cascadas…daba gusto verlo, se notaba ese amor por el detalle de los arcades 2D clásicos y no esa frialdad y prosaico tecnicismo de la tridimensional actual. Un pequeño recuadro por ejemplo nos ilustraba con un bello dibujo la situación de la bola: en el agua, en los matojos o en la temible arena del bunker. ¿Y quién no recuerda las alegres vocecitas gritando “On da griiiin” o “Outabaunds”? Estética arcade pura y dura de la que se coge cariño.
Una de las cosas que más me gustaban de ‘Neo Turf Masters’ era su capacidad para reunir a varias personas alrededor de la máquina y de alguna manera conseguir que todos aportasen su granito de arena a la partida, contribuyendo con consejos y pequeñas ayuditas. Me acuerdo de jugar hace un par de años y discutir con los colegas cada ‘putt’…”dale un poquito más fuerte para que suba por la pendiente” o “pon efecto hacia la derecha”. Todos no sentíamos un poco responsables aunque no hubiésemos echado nosotros mismos la monedita. Justo el propósito original de los salones recreativos, el reunir personas con una misma afición, ¿no?
Cada hoyo era celebrado (o lamentado) por una pantalla con unos enormes golfistas que expresaban con perfectas animaciones su alegría o frustración. Estas escenas resultaban un poco casposas por el diseño de los personajes, todos masculinos, que además de lucir paquete en algunos momentos parecían como ya he dicho antes de un anuncio de Lacoste, pero el resultado final era tan gracioso y divertido como merece un arcade de estas características.
Para despedirme me gustaría apuntar que con juegos como esta perla de Nazca Corporation se demuestra que el ‘arcade’, más que un género, es una filosofía y una ética a la hora de diseñar juegos; y que todo tipo de títulos, en contra de muchos prejuicios, están abiertos a su influencia bienhechora. No todo tiene que ser la artillería marciana de nuestro querido Dodonpachi o esa belleza digital del control de Sega Rally; basta echarle amor y humor al asunto para hacer de algo como el golf una de las experiencias lúdicas más entretenidas.